jueves, 29 de septiembre de 2011

Sólo es extraño

Resultados de una sesión de psicoterapia: Es extraño los cambios de humor por los que una persona puede pasar en sólo un par de semanas (por poner un periodo definido); extraño el fluctuante ritmo de actividad y las tareas que en consecuencia se acumulan, tareas que una vez hechas me harán sentir bien porque espero un resultado positivo de las mimas, pero se acumulan, porque sencillamente prefiero ver un capítulo de los Soprano que hacerlas. Extraño, porque al cabo de unos días cuando me quiero dar cuenta resulta que solamente me dedico a esas tareas. ¿Y por qué no duermo por las noches si cuando salgo de trabajar y llego a casa a las 4 de la tarde podría tirarme toda la tarde durmiendo? Qué extraño...

"Cuanto caos ¿no?"

¡Pero eso no es extraño! Porque siempre he sido caótica y quiero seguir siéndolo... a pesar de que con ello venga incluido en el pack que todos los aparatos electrónicos que pasan por mi mano se estropeen...

"Entonces, ¿cómo se siente?"

--- SILENCIO ---

No sé. No sé qué decir. No sé que siento, solo sé que estos silencios no me gustan.

"¿Qué siente con estos silencios?"

No sé. Sólo sé que son horribles y extraños.

"¿Qué tipo de extrañeza?"

AH! Resulta que ahora la extrañeza puede clasificarse. Anda que...

domingo, 18 de septiembre de 2011

Domingos fatídicos

Para algunos el domingo es el mejor día de la semana, porque es día de descanso. En realidad, el domingo es día de rutina, sea la que sea: día de descanso, de resaca, de reuniones familiares, de ir al cine, de salir con los niños a dar un paseo. Para muchos esta rutina es inexcusable. Para otros los domingos son simplemente fatídicos. (Y especialmente en invierno)

El domingo es el último día de la semana, al que llegamos agotados, después cinco días remitiéndonos a nuestras obligaciones y un sábado bien aprovechado. El domingo se queda pequeño, y para colmo, hay que acostarse pronto, porque el domingo también anuncia el primer día de la semana. Es como el abogado del diablo. Además, está todo cerrado y, como es domingo y poca gente trabaja, los cines, los parques, los restaurantes están abarrotados. Como es festivo los precios son más caros en los lugares de ocio y hay que pelearse con las multitudes.  Si quieres comprar el periódico, resígnate a pagar el doble de lo que vale normalmente porque viene lleno de suplementos que al final acaban en la basura. Y si viajas, prepárate para el atasco de vuelta.....
¿Qué tiene de bueno los domingos, además de unas cañas en La Latina, donde también hay que combatir a la masa?

Casi que yo me quedo en casa, o como mucho, en la de algún amigo. Escuchando buena música, preparando una cena rica y mentalizándome para la nueva semana, mientras hago un repaso por la que acaba de terminar, en la que sí, me habré cansado de cumplir con mis obligaciones académicas o laborales, pero también aprovechado los pequeños ratitos de tiempo libre, para ir al cine y disfrutar de una buena película en VO sin nadie que me moleste mascando palomitas al lado y a precio reducido, hacer unas fotos en el retiro o cenar en un buen restaurante sin tener que esperar de 20 minutos a una hora.

Los domingos en invierno manta y peli. Y en verano, evitando sentirme dominguera y por eso de aprovechar el buen tiempo, manta y picnic en algún lugar remoto donde no haya niños chillando. Pero seguirá siendo un domingo fatídico.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Un poquito de old school

Hoy quiero rescatar a una banda mítica: The Police, y en concreto un tema que después de 30 años no pasará nunca de moda: So lonely. Porque aunque me haga sentir sola me da muy buen rollo. Porque su letra es sencilla pero universal y apta para todo tipo de público. Porque la base de reggae y los estribillos acelerados reproducen este estado de ánimo. Porque es agradable que la sigan poniendo en la radio entre tanta música basura y al volver a casa me haga repasar la discografía entera, recordando canciones como la seductora Roxanne, la tan versionada (y nunca a la altura de la original) Every Breath You Take, Message in a Bottle, la pegadiza Do do do, Da da da, Don't stand so close to me y tantos otros grandes éxitos. Porque hace de la noche un gran remember cuando la ponen en los garitos y bailo como loca, y me alegra pensar que todavía me queda algo en común con mis padres...


martes, 13 de septiembre de 2011

Martes 13



Me acabo de dar cuenta de que hoy es martes 13 y a estas alturas del día
todavía no me ha pasado nada por lo que pueda culpar a esta fecha que tanto furor causa. Solamente que estoy más cansada de lo normal (¿será la astenia otoñal?) y llevo con retortijones toda la tarde (¿el menú del chino?).

El 13 me parece un número bonito, de hecho es mi favorito y lo utilizo siempre que puedo. No sé por qué en los rascacielos no hay planta 13, ni en los hoteles habitaciones con este número. Cuando camino y me da por contar los pasos, cuento de 13 en 13.De pequeña, cuando jugaba al baloncesto en el equipo del colegio, solía llevar el número 13; y me gustaba mucho. Nunca me dio mala suerte, más bien todo lo contrario. Sí, soy rebelde y me he pasado la vida tentando a la suerte, así que o ya estoy maldita desde hace tiempo o soy inmune a la superstición.

Por cierto, lo que cuenta nuestra querida wikipedia sobre el martes 13 es bastante curioso... 

lunes, 12 de septiembre de 2011

Síndrome postvacacional, vuelta al cole y esas cosas...

El mejor remedio para combatir las consecuencias de tres puntos en el pie como resultado de la insensatez de salir de fiesta con sandalias no es precisamente escuchar en los telediarios de las 3, de las 9 y en el informativo express de media noche sobre las innumerables terapias absurdas que se han puesto de moda para curar el síndrome postvacacional, remontar la cuesta de septiembre y la adaptación de los nenes que pasan de la guarde al cole, teniendo en cuenta que el periodo de reposo absoluto ha sido de tres días frente a la tele y como en el anuncio de Ikea: de la cama al sofá, del sofá a la cama, de la cama a la cocina y después al sofá, sin olvidar las duchas sentada en una banqueta con el pie derecho envuelto en una bolsa del Alcampo.

En efecto, tres días muy intensos en los que he sentido profundamente el síndrome postvacacional. Pero jamás se me ocurriría medicarme con pastis de herbolario, madrugar el fin de semana para readaptarme a la rutina, ir a hacerme un masaje o incluso rafting, para soltar la adrenalina, según antena 3 (y menos en mi estado, claro), sólo porque sufro de síndrome postvacacional. Prefiero asumir mis obligaciones laborales y mentalizarme para cuando empiecen y enchufarme todos los capítulos de los Soprano posibles. Y si no hubiera estado lisiada, hubiera exprimido el puente y cerrado los garitos de Madrid.



Sin embargo, tres "días de subirse por las paredes" acaban por arrojar planteamientos existenciales entre los cuales muchos están de más, y acentuados por ese síndrome postvacacional que tanto nos empeñamos en afirmar que existe (como el síndrome primaveral y todas esas enfermedades que nos inventamos en cada cambio de estación). Desde la ventana, apoyada en la muleta que no sé utilizar, el cielo se veía muy negro y la proximidad del otoño y el mal tiempo oscurecía las perspectivas de futuro. Hoy, día en que debería empezar mi síndrome postvacacional - porque para mí el año nuevo empieza en septiembre -, a pesar de ir cojeando a mi  nuevo trabajo he llegado a la conclusión de que no hacer nada es malo para la salud, muy malo. Y que aunque dé pereza madrugar y todo lo nuevo asuste, lo importante es hacer algo, mantenerse ocupado. Lo demás ya irá viniendo. Es como una reacción en cadena... O eso espero.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Un corazón invencible. El pulso entre la esperanza y el dolor.

Acabo de ver una película que me ha traído muchos recuerdos; de ahora, de mi viaje a la India y de mucho antes de él. La he pillado a la mitad, así que ni siquiera puedo hacer una crítica, pero el título es horrible: "Un corazón invencible" (mi parte de traductora supone que el título original en inglés no inspira tanto rechazo). Además la protagonista es Angelina Jolie, que probablemente a muchos de nosotros su nombre todavía nos siga remitiendo directamente a Lara Croft y por tanto nos rechine un poco verla en películas como ésta, de marcados tonos realistas y temas puramente humanos como la esperanza y la entereza de una persona ante situaciones dolorosas, incomprensibles y cuya resolución escapa a nuestro alcance - aunque cierto es que no es la primera película de esta actriz que está rodada en escenarios llenos de miseria y conflictos políticos o terroristas, en culturas completamente opuestas a la occidental.



El caso es que al final me la he tragado, y no puedo decir que sea una mala película porque, aunque lo he pasado mal por ciertos paralelismos que mi mente inconscientemente ha querido encontrar, he disfrutado cada vez que escuchaba hablar hindi o cuando cambiaban de escenario, de Pakistán a la India, y reconocía a la perfección el graznido de los cuervos, los cláxones sonar, o veía un auto-rickshaw en una esquina de la pantalla. La narración jugaba constantemente con retrocesos en el tiempo o bruscos cambios de escenario en el mismo espacio temporal y los recuerdos del pasado nos enseñaban esa vulnerabilidad que el personaje de Angelina, Mariane Pearl, se esfuerza por ocultar ante el secuestro de su marido por parte de un grupo terrorista.

Esperaba - y aquí va un spoiler - un final reconfortante y feliz. Esperaba que después de tanto sufrimiento le dieran una alegría a la embarazadísima Mariane y encontraran a su marido con vida; sin embargo el guión de esta película parte de una historia real y las historias de la vida no siempre tienen un final feliz.  ¿Reconfortante? Puede ser, si tomamos como moraleja el final de la película, en el que Mariane narra cómo se propone afrontar y superar todo lo sucedido antes de que su niño llegue al mundo, y nos lo creemos, y conseguimos hacerlo nuestro, con un poquito de paciencia y sin olvidar que el mensaje viene de la gran pantalla. Porque resulta que más allá de la ficción, toda obra tanto cinematográfica como literaria parte de una historia, más o menos real, escrita por una persona que también vive, siente y se emociona como el resto de los mortales. Por eso en ocasiones las opiniones sobre estas obras pueden llegar a ser bien diferentes en función de quién las juzgue. Probablemente pocos se hayan sentido identificados en la escena en la que Mariane recibe la noticia de que su marido ha sido decapitado. Ergo, le ha perdido definitivamente, tiene que asumirlo. Mariane es fuerte, Mariane no se viene abajo delante de toda esa gente hasta que no se encierra en un cuarto ella sola y pega un alarido que solo algunas personas podemos comprender. Y después otro. Y cuando se quiere dar cuenta tiene la cara empapada en sudor y lágrimas. Para algunos parecerá una exageración; Otros encontramos pequeñas analogías vitales. Se trata de recibir algún mensaje e interpretarlo. Yo hoy puedo irme a la cama con al menos una lectura, y es que los finales no siempre son felices (yo diría que todo lo contrario, por eso son finales), pero hay que aguantar el dolor, y canalizarlo como se pueda. Es la selva de la vida; un pulso constante.